—No entiendo lo que estás tratando de decir… —Yang Ruqin titubeó cuando él entrecerró los ojos, disminuyendo la claridad en ellos.
—Primero ignoras mis textos y llamadas durante una semana, luego apareces de repente sin anuncio y con la audacia de pedir un abrazo. ¿Qué soy para ti? —le preguntó con dureza, negándose a permitir que su corazón fuera jugado como un instrumento. Y ella parecía exactamente el tipo de mujer que podría aplastarlo sin pestañear.
Yang Ruqin se mordió el labio inferior, jugueteando con sus dedos y tocando las cosas decorativas cada pocos segundos. Él estaba enojado y ella lo sabía. —¿A-amigos?
—¿Amigos? —Huo Qiudong repitió fríamente, con los ojos convirtiéndose en hielo. El calor habitual que tenía por ella empezaba a desvanecerse.
Al ver la luz fugaz y el respeto marchitándose que él tenía por ella, Yang Ruqin entró en pánico. —Qiudong, espera...