—Esto está mal —su cerebro le gritaba, mientras su corazón ansiaba el tacto de su jefe. Él comenzó a desabotonar su camisa.
—Zheng Tianyi es tu jefe. Si te acuestas con tu jefe una vez, él se aprovechará de ti una y otra vez.
Los ojos de Chen Xing se cerraron cuando sus labios se prendieron de su cuello. El ángel en su hombro le susurraba la dolorosa verdad. Esto no sería una aventura de una noche sencilla.
Sus manos ahora se deslizaban más abajo y al igual que ella, él estaba teniendo segundas ideas sobre esto. Esta mujer era su secretaria y aunque no era la mejor, se mantuvo a su lado a través de todos sus berrinches.
Una imagen de Xia Mengxi cruzó su mente, lágrimas acumulándose en aquellos ojos de cierva. Un destello de dolor golpeó su corazón.
—Esto está mal —balbuceó ella. Fue justo cuando él decidió que era hora de detener lo que esto pudiera escalar a ser.