De repente, Zhao Lifei se dio cuenta de algo: la llave del coche no estaba en su mano. Antes, la puerta estaba cerrada. Un temblor aterrador la recorrió ante la aterradora realización. Había un frío familiar en el aire, el silencio del vacío estacionamiento la incomodaba más de lo que anticipó.
—Te has descuidado —susurró un hombre en su oído, la misma voz que el misterioso postor de la cena.
Zhao Lifei intentó alcanzar su pantalón solo para que una pareja de manos ásperas y callosas agarraran sus muñecas, manteniéndola en su sitio. Gritó, luchando para defenderse. ¿¡Dónde estaban sus guardaespaldas?! ¿Y por qué este hombre era tan fuerte?
—Cálmate, soy yo —murmuró suavemente Jiang Zihui, preocupado de que ella pudiera golpearse en la ventana del coche y lastimarse.