Zhao Lifei metió la navaja en el bolsillo de su chaqueta y estaba a punto de irse cuando sintió que alguien agarraba los bordes de su pantalón. Miró hacia abajo y vio al chico delgado de antes.
—¿Qué quieres? —espetó ella, saliendo a relucir su mal genio. Revisó su reloj de pulsera y gimió. Llegaba tarde a su sesión de terapia.
—G-gracias por s-salvarme... —el chico susurró, soltando rápidamente su pierna y poniéndose de pie apresuradamente.
—Puedes agradecérmelo dejándome en paz —murmuró ella cuando, de repente, una botella de refresco helado se le ofreció frente a su cara. Parpadeó. ¿De dónde sacó eso?
—Y no se llama salvar. Más bien darte un respiro. Deberías aprender a hacer las flexiones y abdominales estándares mínimas si quieres retribuir a tu país —lo reprendió ella, colocando su mano en la cadera.
—L-lo siento... Practicaré más de ahora en adelante —dijo él diligentemente.
Zhao Lifei asintió con la cabeza.