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No se encogió de hombros, gritó o lo empujó. Permaneció en su agarre, con los ojos cautelosos y el rostro impasible. Con una voz calmada y recogida, dijo —Suéltame. Su voz le sonó extraña a él. Había levantado sus muros y a medida que los segundos pasaban, se volvía más serena.
Yang Feng no podía descifrar lo que ella estaba pensando o planeando. Solo podía seguir sus palabras, soltándola. La observó salir de la habitación y cerrar la puerta de un golpe tras de sí.
Se negó a seguirla. No después de su terquedad. No todas las relaciones eran perfectas y la de ellos ciertamente no lo era.
Zhao Lifei no sabía a dónde iba ni a dónde debía ir. Fue a donde sus piernas la llevaron. Necesitaba aire fresco y lo consiguió cuando se encontró en la entrada de la base.
Había hombres y mujeres armados por todas partes, algunos guardando el lugar, otros caminando hacia su destino. Necesitaba un lugar para despejar su mente. Algún lugar tranquilo y aislado.