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Cuando el coche se detuvo frente a la enorme Mansión Principal que se extendía por acres más allá, con la puesta del sol justo detrás, añadiendo un brillo naranja al exterior, Zhao Lifei sintió que su ansiedad alcanzaba su punto máximo.
Nerviosamente se lamió el labio inferior, retorciéndose en su asiento mientras su corazón latía con rapidez. A lo largo de su larga amistad con Yang Ruqin, raramente se encontraba con la Señora y el Maestro Yang. Recordaba que la mayoría de su infancia la pasaron en la Mansión Zhao y no en la casa de Yang Ruqin. No estaba segura de por qué, pero de niña, le aterraba entrar a este lugar.