Una semana se deslizó y Zhao Lifei seguía inconsciente.
—¿Por qué no ha despertado? —preguntó Yang Feng indignado se estaba impacientando por la falta de progreso. Caminaba ansioso de un lado a otro en la habitación del hospital. Había recorrido ese mismo camino una y otra vez, día y noche, durante los últimos siete días.
Aprieta los dientes y se le tensa la mandíbula. Odiaba este lugar. Odiaba el olor familiar del desinfectante del hospital. Este lugar le recordaba la última vez que ella fue hospitalizada.
Dos veces. Llegó demasiado tarde dos veces. Y en ambas ocasiones, alguien había logrado hacerle daño.
Había pasado la mano por su cabello de frustración tantas veces que se había quedado permanentemente desordenado. Siempre le había costado dormir y con la condición actual de Lifei, había pasado casi cada minuto de la última semana despierto.