—El Rey Theron nunca se preocupó por el hijo del Diablo. En su mente, ese niño era un concepto borroso que simbolizaba el precio que su esposa había pagado por el reino. Odiaba lo que representaba.
—Sin embargo, escucharlo llorar le tocó el corazón. Era un milagro de una nueva vida, una bendición digna de alegría, un ser diminuto que era todo lo puro e inocente en este mundo.
—Se sentía igual que cuando Kieren nació, y encontraba ese sentimiento incompatible con los pensamientos que tenía en su cabeza. ¿Podría realmente aceptar al hijo de Esther como suyo? ¿Podría verdaderamente tratarlo como un hijo en su corazón o solo por el hecho de ser el hijo de Esther?
—Cuando entró en la Cámara de la Reina, ya habían colocado a Esther en una cama limpia y el bebé se había calmado, cubierto de pañales en los brazos de Lady Tyra.