—¿Dónde están mis ropas de trabajo? —tocó la campanilla en la mesita de noche y un sirviente entró a su habitación—. Buenos días, Baronesa.
—Buenos días —respondió ella—. Parece que faltan mis ropas de trabajo.
—Lady Tyra me pidió que le transmitiera el mensaje de que ahora la Baronesa
—Puedes llamarme simplemente por mi nombre —la interrumpió.
El sirviente sonrió pero negó con la cabeza.
—¿Cómo se atrevería una plebeya como yo a dirigirse a usted por algo que no sea su título, mi señora? Lady Tyra se enfadaría.
—A pesar de todo, seguimos siendo amigas —dijo Esther—. Insisto. Debes decírselo a las demás chicas también.
—Está bien... Lady Esther —el sirviente soltó una risa resignada—. Oh, como decía, Lady Tyra quiere que le informe que ya no tiene que servir a la Reina —informó el sirviente.