Esther sentía que había adentrado en la parte más recóndita del bosque. Ya había pasado una hora desde que dejaron la orilla del río. Aparte del ruido de los insectos y los sonidos aleatorios de pequeños animales salvajes, el bosque estaba en silencio. Miraba a su alrededor buscando algún lugar donde pudieran esconderse, pero nada captaba su atención. Después de caminar un poco más, encontró un antiguo árbol de secuoya que parecía más grande comparado con los árboles de su misma especie a su lado, destacando incluso frente a los demás árboles cercanos.
—Este árbol me resulta un poco sospechoso, pero no tengo el lujo de comprobarlo ahora.
Esther continuó caminando hacia adelante. Desesperadamente necesitaba un lugar para esconder al Príncipe Heredero para poder dejarlo ahí mientras iba a lidiar con quienquiera que los estuviera siguiendo.