—Seren, quiero jugar contigo hoy —contento de tener su atención de nuevo, Rayjin preguntó con una sonrisa brillante—. ¿Podemos jugar más tarde cuando estés libre?
—Sí —aceptó Seren—. Estaba segura de que no necesitaba pedir permiso a nadie para decidir qué hacer durante su tiempo libre. Como decían, ella era una reina y podía decidir todo por su cuenta.