El mercader miró a su alrededor para ver que todos ahora esperaban que él obedeciera y así lo hizo, ofreciéndole a Neveah su brazo.
—Bien. Proceda y maneje eso —Neveah asintió a la guardia de la ciudad para que continuaran con su inspección.
—Permítame —Neveah se excusó mientras volvía su atención al mercader.
Neveah palpó la longitud de su brazo, aplicando solo la presión medida para confirmar el punto exacto de dónde provenía el dolor.
Ignoró los alaridos de dolor del comerciante y continuó observando hasta que llegó al área del hombro donde el mercader lanzó un grito de dolor bastante fuerte.
Neveah frunció el ceño ligeramente, palpando el área para entender el alcance del daño lo mejor que podía a través de la ropa que el mercader llevaba puesta.
—¡Duele! ¡Duele! ¡Suavemente!... ¿puede ser un poco más suave, Mi Dama? —El mercader gritó, mirando suplicante a Neveah quien lo fijó con una mirada impasible.
—Teniente, Señor —Neveah corrigió con calma.