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—¿No puedes conducir más rápido? —siseó Cielo, mirando fijamente al conductor desde el asiento trasero—. Detente. Déjame conducir.
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Aunque sabía que ya estaban conduciendo a alta velocidad, Cielo todavía sentía que no eran lo suficientemente rápidos. Cada segundo se sentía como un infierno, y este viaje solo enfatizaba cuánto tiempo había pasado desde que Sebastián fue secuestrado. Por su experiencia, Sebastián seguro que ya había recuperado la conciencia.
No podía imaginar el miedo que Sebastián estaría sintiendo en este momento.
Había visto niños capturados en el pasado; algunos eran para tráfico humano y otros para otros destinos crueles. Si había algo que podía recordar en los rostros de esos niños, era la impotencia, confusión y falta de vida en sus ojos.
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—Llegaremos —puso su mano sobre la de ella, apretándola suavemente Dominic—. Todos ya están en camino. Basti estará bien.
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