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—Cielo, ¿estás bien? —preguntó él.
Ella abrió los ojos y giró la cabeza hacia su interlocutor. Un alivio instantáneo inundó su ser al reconocer a Dominic, y sin pensarlo, se lanzó a sus brazos. Él, sorprendido al principio, reaccionó rápido y con un gesto protector comenzó a acariciarle la espalda.
—Es solo una pesadilla —dijo, tratando de tranquilizarla—. Todo está bien, no te preocupes. Estoy aquí contigo.
Cielo se aferró a la camisa de Dominic, intentando encontrar consuelo en su presencia y en su voz. No lograba articular palabra, el corazón le latía con tal fuerza que su principal preocupación era recuperar el aliento. Solo cuando sintió que podía respirar con normalidad, Dominic la ayudó a sentarse y le alcanzó un vaso de agua.
—Toma —dijo él, pasándole el vaso mientras se sentaba en la esquina de la cama.
—Gracias —susurró ella, con la voz aún quebrada por el miedo. Dio un pequeño sorbo mientras Dominic no le quitaba los ojos de encima.