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El Bentley aceleraba por la carretera.
Keira, que normalmente conducía con cuidado debido a su anemia, todavía sentía que era demasiado lento.
Nunca había esperado tanto algo como lo hacía hoy en toda su vida.
Si en verdad era la hija de la Señorita Olsen...
El mero pensamiento de la posibilidad le puso una sonrisa en los ojos.
El coche llegó rápidamente a la residencia Olsen. Keira saltó del auto y saludó a Lewis.
—Señor Horton, espéreme aquí.
Después de decir eso, se giró para entrar a la casa.
Pero justo en ese momento, la puerta principal de la casa Olsen se abrió de repente, y Taylor y la Señorita Olsen salieron apresurados.
El brazo de Taylor estaba cubierto de sangre, y su rostro estaba extremadamente pálido.
La Señorita Olsen, sosteniendo su brazo no herido, parecía frenética.
—Taylor, ¿cómo te sientes? ¿Estás mareado? Vamos al hospital ahora mismo...
El conductor de la familia Olsen había tomado el día libre y no estaba allí.