Mientras el trío salía del edificio, un poco cabizbajos, se encontraron caminando por los pocos senderos de piedra en el territorio.
Eventualmente, pasaron por un callejón con poco tráfico. No fue un problema al principio, pero comenzaron a escuchar golpes y rasguños, seguidos de voces aterrorizadas.
—¡D-Dejad de hacer eso! —gritaba una voz femenina, sollozando.
—Vaya... podemos de hecho parar... solo sírvannos, ¿eh?
—¡Bastardo!
Los tres se miraron con el ceño fruncido, siguiendo rápidamente el ruido para ver a media docena de hombres grandes golpeando a dos hombres, con uno sujetando lujuriosamente a la chica.
Resultó ser que eran los tipos de la Pandilla del Tigre.
—¿Ya salieron? —preguntó Ansel con una sonrisa burlona—. Y ya causando caos.
Sin más preámbulos, el trío se lanzó de inmediato al callejón, deteniendo el ataque. No se molestaron siquiera en explicarse y comenzaron a golpear a los hombres.
—¿Qué están?
—¡OYE!
¡Bang!
¡Pum!
¡Crack!