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Ciudad de Aberdeen, hace 16 años
Pequeña Altea miraba su nueva habitación con asombro. Era muy bonita y aún más grande que la habitación del dormitorio que compartía con otras cuatro chicas.
Tenía paredes rosadas, una cama grande, una mesa para que pudiera dibujar y estudiar, ¡y un espacio de juegos con juguetes! ¡Tantos juguetes!
Contó y había catorce juguetes de peluche. ¡Catorce!
Y «mamá» y «papá», cuando se la mostraron antes, ¡le dijeron que todo era solo para ella!
Giró su cabecita para mirar hacia arriba al joven Garan, que había estado observando su reacción.
Sonrió y sus pies golpearon en su dirección, abriendo sus brazos hacia los suyos.
—¿Es nuestro nuevo hogar? —preguntó a Garan, quien la abrazó también, sintiéndose triste porque le tomó tanto tiempo encontrar uno.
—Hmm... —dijo después de un rato—. Sí. Ahora puedes comer toda la comida deliciosa que quieras hasta que estés llena. —Hizo una pausa, temeroso de que ella comiera demasiado y se lastimara.