—¿Kael? ¿Por qué iba Kael a tener algo que decir al respecto? No creo que tenga tiempo para seguir todos los rumores... —Dora frunció el ceño, sus cejas se juntaron mientras encontraba la mirada interrogante de Rafael. Había algo en su expresión—un toque de preocupación que la hizo detenerse.
—¿Estás seguro de que Kael no sabe sobre los rumores? —preguntó Rafael, su tono un poco demasiado cauteloso.
Dora se encogió de hombros con despreocupación, pero su mente ya estaba acelerada. —Honestamente, no tengo idea. No me ha mencionado nada.
Rafael vaciló, su cautela aumentando. —¿No han estado hablando?
Dora lo miró, su tono ligero mientras intentaba disipar la tensión. —Hablamos todos los días. De hecho, alrededor de esta hora—. Sus palabras se interrumpieron cuando su teléfono vibró sobre la mesa, la pantalla se iluminó con el nombre de Kael. Con una sonrisa traviesa, lo levantó para que Rafael lo viera. —Hablando del rey de Roma.