—¡Oh, Dios mío, lo siento mucho! —Erasmi se giró lentamente, frotándose la espalda donde el carrito de compras lo había golpeado. La mujer que casi lo arrolla saltaba en un pie, visiblemente avergonzada y con una mueca de dolor a cada paso.
Erasmi levantó una mano para mostrar que estaba bien. —No hay problema. ¿Estás bien? —preguntó con cautela, mientras observaba a la mujer sujetándose el pie.
La mujer dejó de saltar y lo miró a él con una combinación de alivio y mortificación. —¡Lo siento mucho! Perdí el control del carrito y juro que intenté atraparlo... Pero... ¿estás bien? Debe haberte dado un buen golpe.
Ella miró hacia abajo a su pie y luego otra vez hacia él, claramente tratando de ocultar su malestar. —Estoy segura de que no es nada. Solo que
Antes de que pudiera terminar, hizo otra mueca de dolor. —Vale, quizás esté un poco adolorido. Soy tan torpe.