—Eleanora refunfuñó mientras caminaba por el camino, sin atreverse siquiera a levantar la vista por temor a ver al maldito hombre en algún lugar. Gaia, el jardinero, se había convertido en el azote de su existencia. En sus momentos de vigilia, siempre terminaba estando cerca de Gaia y luego se avergonzaba a sí misma y ¡ahora en sus momentos de sueño, siempre terminaba en momentos embarazosos con él! Y estos estaban empeorando.
—Al menos en sus sueños y pesadillas pasadas, la cara del hombre había sido borrosa. Pero ahora, siempre era Gaia. Se había sentido tentada de rechazar a su tío cuando le pidió que viniera aquí pero entonces no habría tenido una explicación razonable.
—Frunciendo el ceño, pateó un guijarro en su camino y frunció el ceño de nuevo. Con suerte, ella evitará encontrarse con él ahora. Había enviado a Dora aquí con anticipación para mantener al hombre alejado del Laberinto.