—Pon una excusa. Adelante —dije—. Realmente la creeré.
—No tengo ninguna —él dijo—. Realmente lo maté. Asesiné al Rey de Lacuna.
—¡No, eso no es lo que me causa dolor! No estoy tan triste por eso porque sé que aquí pasa todo el tiempo entre los Reales —dije—. Pero, podrías haberme dicho... ¿Sabes lo que se siente saber que alguien fue asesinado por mi culpa? No hay otra razón para que lo mataras. ¡Incluso le cortaste los labios con los que marcó mi piel! Dem, de ninguna manera puedo decir que lo que hiciste justifica algo. ¡Lo que él hizo estuvo mal y podría ser castigado, pero seguramente no merecía la muerte!
—¡Él merecía más que la muerte! La situación podría haberse agravado en la dirección equivocada si tú no tuvieras poder —él gritó—. ¡Él podría haber hecho algo realmente malo! ¡No puedes decir que no merece la muerte!
También era consciente de cómo podrían haber sido las cosas. Pero todavía no podía creer que mereciera la muerte.