—Abel, ese chico parece estar bastante molesto por lo que dijiste —murmuró Dem.
El banquete había terminado y acabábamos de regresar a nuestro dormitorio. Era medianoche y yo estaba muy cansada. Aunque Dem intentó ahorrar mis energías al no bailar más de una vez, no ayudó mucho. Al final, estaba agotada.
—Sí, seguro que lo está —me reí—. Ese chico… tiene potencial. Lo puedo sentir. Será un gran líder algún día.
—Tiene los pensamientos más genuinos y normales —dijo él.
—Lo que le dije hoy no es nada especial y está bastante molesto y enfadado —dije—. Pero volverá. Una vez más, ya lo verás.
—¿Estás segura?
—Sí, lo estoy. Seguro que volverá —asentí.
—Bueno, olvida eso. Tenemos cosas más importantes de las que ocuparnos —dijo impaciente y de repente me arrastró hacia él por la cintura. Era algo que solía hacer de vez en cuando, así que no me sorprendió—. ¿Estás demasiado cansada?
—¿No tienes ganas de descansar?