Al ver sufrir a su hermana, Yao Mengqi se sintió exasperada.
—¡Hermana! ¿Qué hiciste mal? Es ella...
Yao Mengqi miró la expresión orgullosa de Qiao Xi y se enfadó hasta el punto de que su cara se volvió lívida. No le importaba en absoluto.
—Presidente Gu, mi hermana lo hizo por su bien por si no sabía que le están poniendo los cuernos —explicó Yao Mengqi— Qiao Xi se juntó con este viejo y hasta le compró una tienda. Eso le ha costado mucho dinero, Presidente Gu. Usted...
—¿Cornudo? —Gu Zheng se burló, su voz profunda sonaba urgente.
Yao Mengqi estaba tan asustada que retrocedió unos pasos. Su voz temblaba.
—¡Sí! Te ha hecho un cornudo. De lo contrario, ¿por qué salió a comprar con un viejo?
—Señorita Yao, ¿no tienes un tío? —Preguntó fríamente Gu Zheng.
Yao Mengqi estaba atónita. Estaba tan nerviosa que no podía decir nada.