El hambre de Kai se intensificó. Su pulso latía más fuerte, su aliento más rápido y caliente. La forma salvaje en que besaba a Kelly era enloquecedoramente sinuosa. Y Kelly se dio cuenta de que él estaba a punto de perder todo control.
Los recuerdos de esa noche pasaron por su mente, pero ella no podía sentir ningún miedo en absoluto. Todo lo que quería era que ese fuego siguiera quemándola. No quería que se detuviera. Quería que Kai la quemara con sus ardientes caricias, la destrozara con sus besos salvajes y luego la enviara a los reinos del éxtasis una vez más. Lo quería dentro de ella. Mucho. Demasiado.
—Oh, Kai... —gimió mientras arqueaba su espalda, atrayendo su cabeza para besar su pecho ahora sensible y excitado. Él obedeció, sorprendentemente fácil. No había ninguna vacilación en sus acciones.