—Presidente Jason, ¿a qué te refieres con esto? ¿Tienes miedo? —preguntó Wallace con una sonrisa al escuchar su solicitud y bajó la pierna.
Jason rompió a sudar frío y asintió rápidamente:
— Es mi culpa. No debería haberle dicho tonterías a tu esposa. El destino nos permitió encontrarnos. ¡Déjalo pasar por esta vez! Espero que estés dispuesto a perdonarme.
Como dice el dicho, un hombre puede someterse y mantenerse erguido —bien lo entendió Jason—. Sin embargo, tenía que proteger su posesión más importante antes de que pudiera pensar en una forma de matar a este chico o acostarse con Sharon frente a él antes de que pudiera vengarse de hoy.
Sharon podía distinguir enseguida lo que este tipo estaba pensando —era obvio—, pero como él tomó la iniciativa de jugar al gato y al ratón con ellos, Sharon naturalmente no dejaría pasar esta oportunidad.
—Si quieres tanto que te perdonemos, ¿acaso no tendrás que hacer algo más aparte de disculparte? —preguntó Sharon.