—Si necesitas dinero, ¿por qué no lo ganas tú mismo? —cuestionó Celeste.
—No hables a tu padre de esa manera —Joel dio un codazo a Celeste—, recordándole que no debía decir algo incorrecto y lastimarse en el proceso.
—¿No tengo razón? Mi padre desapareció cuando tenía 6 años. Tuvo un accidente y no pudo encontrar el camino a casa. ¿No puedes dejar que siga creyendo eso? —Celeste preguntó al hombre frente a ella con los ojos llenos de lágrimas.
En realidad, claramente no fue un accidente que una persona desapareciera sin dejar rastro. Celeste lo entendió hace mucho tiempo.
—Celeste, entiendo que ahora eres una gran estrella y tienes dinero. Entonces, por favor, salva a tu hermano. Si no fuera porque no tenía elección, no me estaría mostrando frente a ti —El hombre parecía viejo con un par de gafas de lectura—. Su mano se aferró fuertemente al pequeño niño tranquilo a su lado, sin intenciones de soltarlo ni por un segundo.