Como era de esperarse, los ojos de Brie Neal se transformaron en pupilas duales y se fijaron en la mirada de Trevon Neal.
En ese momento, Trevon estaba casi seguro de sus sospechas: la pequeña, sin duda, era hija de su padre.
En el vasto universo, como cultivador de sangre, uno podía sentir su propia línea de sangre desde miles de millas de distancia.
Cuando se comparte el mismo linaje, esta conexión es aún más fuerte, arraigada en el reconocimiento instintivo del cuerpo.
—¡Trevon! —Braydon Neal habló con calma.
—Papá, ¿no crees que me debes una explicación? —Trevon estaba visiblemente molesto.
Siendo aún joven, no podía contener su curiosidad y exigía respuestas de su padre.
Una poderosa presión emanaba de Trevon, un aura de maestro santo.
Hacía tiempo había superado el reino del maestro santo, alcanzando el formidable noveno nivel de los trece niveles del maestro santo, presumiendo de una proeza de combate capaz de desafiar a adversarios de nivel superior.