Habían pasado diez horas desde que la intensa batalla entre la serpiente blanca con cuernos y el roc de alas doradas había llegado a su fin.
Al regresar al campo de batalla, Braydon Neal examinó las consecuencias caóticas, su expresión contorsionada por la frustración.
A pesar de sus expectativas, ni el roc de alas doradas ni la serpiente blanca unicorne yacían muertos entre los escombros.
Fue una realización amarga para Braydon, agravada por la pérdida de su amada Espada del Rey del Norte.
La espada tenía un valor sentimental, habiendo sido una compañera constante a lo largo de los años formativos de Braydon.
Su pérdida se sentía como perder una parte querida de sí mismo.
En un arrebato de frustración, Braydon llamó a la ausente serpiente blanca, su voz resonando en el silencio del desolado campo de batalla.
Sin embargo, su llamado no tuvo respuesta, dejándolo hervir en su rabia impotente.