Un vaso de agua fría fue lo que finalmente calmó a Samantha. Soltando un suspiro dramático, finalmente me mira con sus ojos resignados y creyentes. —Ahora sí te creo —responde cansadamente mientras baja su vaso vacío sobre la mesa.
—¿Estás bien ahora? —le pregunté suavemente.
—Todavía no, pero pronto estaré bien —responde, llevándose distraídamente el vaso a los labios, solo para encontrarlo vacío y volver a bajarlo sin tocarlo de nuevo.
No pude culparla por su exagerada reacción. No todos los días se encuentra con una Caja de Pandora, llena de secretos ocultos, mentiras y drama.
—A estas alturas, nada podría sorprenderme ahora, Bella... Así que dime, ¿hay algo más que tengas que confesar?
Llenando mi pecho de aire, brevemente consideré no decirle la verdad pero si quería que Sam me ayudara, ella merecía saber todo. Desvanecí la chispa de dudas que todavía tengo conmigo. —Lo que leíste en internet es solo la punta de los icebergs.