—No termina ahí, Beatrix —dijo cuidadosamente, observando la expresión en mi rostro. Sus brazos se apretaron a mi alrededor, presionándome contra los duros músculos de su pecho hasta que apenas podía respirar. Me sujetaba posesivamente, temiendo que escaparía si tuviera la oportunidad.
Su respiración se agitó, su latido se intensificó. Le costaba decir las siguientes palabras que salían de su boca. Cerré los ojos con fuerza, preparándome para otra oleada de dolor ardiente mientras las palabras finalmente se soltaban, haciéndome dolorosamente consciente de la realidad. —El día de nuestro quinto aniversario de boda, pedí el divorcio —su voz se quebró al decir las últimas palabras.