Iris se acercó a Cane y luego se sentó en su regazo, mientras él le entregaba un pequeño bolsillo azul. Lo abrió y encontró unas cuantas bolitas pequeñas adentro.
—¿Qué es esto? —preguntó Iris, agarró una bolita pequeña y la olió. No tenía olor, pero cuando estaba a punto de lamerla, Cane la detuvo.
—Es veneno —dijo Cane—. Tomó la bolita pequeña y la volvió a meter en el bolsillo azul. Pero, no es fatal hasta que lo mezcles con cierta comida.
—¿Veneno? —Iris abrió mucho los ojos—. ¿Por qué me dio veneno?
Sin embargo, en vez de responder su pregunta, Cane la miraba fijamente.
—¿Cane? —Iris frunció el ceño al recibir una mirada tan intensa de él—. ¿Qué pasa?
—Haco dijo que tú lo pediste —Cane lo dijo todo de golpe, porque eso era lo que el hechicero le había dicho—. Ahora, quiero saber por qué necesitas veneno.
Cane pudo ver una chispa de un pensamiento complicado en sus ojos, mientras ella recordaba algo.