No era la primera vez que la veía desnuda, pero en esta circunstancia en particular, se sentía más cohibida que nunca.
Acostada en la cama, cruzando sus brazos sobre su desarrollado pecho, Iris cerró los ojos con fuerza. Su pequeño rostro febril se volvió aún más rojo en ese momento.
Bajo esta luz y con la mente clara, sus cicatrices parecían aún más palpables. Eran feas. Ni siquiera se podía decir que era una vista aceptable.
Aunque las peores cicatrices que tenía estaban en su espalda, había algunas pequeñas cicatrices que salpicaban su pecho y su estómago. Solo se podía imaginar lo que Mason le había hecho, a pesar de ser su única hermana pequeña, no merecía su crueldad en absoluto.
Su piel blanca estaba ligeramente roja debido a la fiebre.