—¿Por qué tienes cicatrices? —De repente, Iris cambió el tema, mientras miraba a Cane a los ojos. Todavía se aferraba a sus mangas.
—Tu padre me las dio —respondió Cane bruscamente.
—Deben ser muy dolorosas.
—Lo son.
—¿Las cicatrices se curarán?
—No lo creo.
La noche realmente te hacía vulnerable y te permitía decir cosas en voz alta que nunca admitirías cuando estaba claro. La oscuridad ablandaba tu corazón.
—Qué pena. Tienes un alma cálida —Iris frunció el ceño ligeramente cuando leyó lo que él decía.
—Ya no tengo alma. —Había vendido su alma a cambio de la libertad de su gente. No quedaba nada de ella.
—Sí la tienes. Tienes el alma más cálida, pero estás en tanto dolor —Iris parpadeó, parecía que no pasaría mucho tiempo antes de que su somnolencia se apoderara de ella—. Tu bestia está sufriendo. Tienes tantas cicatrices.