La poderosa cazadora miraba al Santo de Piedra, su mano suspendida en el aire, lista para agarrar el asta de la lanza. Sus hermosos ojos avellana estaban llenos de tensión y oscura anticipación.
El contraste entre esa pose feroz y el hecho de que todavía estaba cómodamente envuelta en una manta era tan divertido que Sunny no pudo evitar reírse entre dientes.
—Vamos, relájate. ¿No has visto un Eco antes?
Effie parpadeó.
—Esa cosa... ¿es tuya? ¿Espera, conseguiste un Eco?!
Le dio un asentimiento y gesticuló hacia el Santo de Piedra.
—Sí, lo hice. Conoce a Santo. ¿No es hermosa?
La cazadora miró a la callada criatura, y luego frunció el ceño con indignación.
—¡Maldito afortunado! ¿Sabes que ni siquiera he tenido un atisbo de un Eco después de tres años en este pozo? ¿Cómo te atreves a conseguir uno antes que yo, eh?
Sunny rió.
—En realidad, este fue mi segundo Eco. El primero murió en el Laberinto.