Fue solo que Kingsley era ocasionalmente estricto.
—Mm. —Jeanne comió la costilla de cerdo y la masticó.
Era aceitoso pero no grasoso. Estaba delicioso.
—Tu madre también solía gustarle comer costillas de cerdo —dijo de repente Kingsley.
Jeanne hizo una pausa.
Su recuerdo de su madre se había vuelto algo borroso.
Solo sabía que su madre era asombrosa.
Su madre era buena en todo.
No le importaba lo que Jeanne hiciera. Incluso hubo un tiempo en que Jeanne no quería ir a la escuela. Su madre le dijo que podía hacer lo que quisiera.
Su madre siempre le daba golpecitos en la cabeza y le decía: «Jeannie, mientras yo esté aquí, puedes hacer lo que quieras, ¡siempre te apoyaré!»
Jeanne siempre sintió que su madre era diferente a las demás madres.
Otras madres siempre forzaban a sus hijos a aprender esto y aquello, pero su madre solo la dejaba jugar.
Una vez, Jeanne cuestionó a su madre porque su profesor dijo que se convertiría en un niño inútil si continuaba así.