Pablo sonrió cálidamente al invitado mientras se acercaba a él—. Qué agradable sorpresa, Jasper. No esperaba que vinieras a verme —dijo, extendiendo su mano en señal de saludo—. Dime, mi amiga, ¿cómo puedo ayudarte?
Jasper apretó su mandíbula, su ira creciendo ante el tono condescendiente de Pablo. Pero se obligó a mantener la calma, recordándose a sí mismo que estaba allí para discutir un asunto serio, no para involucrarse en una riña insignificante. Respiró hondo y estrechó la mano de Pablo, su expresión estoica—. Estoy aquí para discutir un asunto importante —dijo Jasper, su voz firme.
—Estoy todo oídos. Por favor, toma asiento —Pablo se sentó en una silla.
Jasper tomó asiento, su mirada dirigiéndose brevemente hacia los dos hombres que estaban junto a la puerta. Percibiendo su vacilación, Pablo señaló a sus hombres para que se fueran, y salieron de la habitación, dándoles privacidad—. Ahora puedes decir lo que quieras —dijo Pablo, su expresión volviéndose seria.