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Abigail no tenía idea de la gravedad de su condición. Instintivamente tocó su vientre, su corazón se hundió ante la perspectiva de perder a su bebé. Las lágrimas se filtraron silenciosamente por sus ojos, su impotencia amenazaba con consumirla.
En el fondo, sabía que por el bien de su bebé y de Cristóbal, necesitaba encontrar fuerza en la paciencia y la esperanza de un desenlace más favorable.
El mundo de Abigail se había contraído a la vida que crecía dentro de ella, y en ese momento, su bebé se convirtió en su único enfoque. Acunó suavemente su vientre, un manantial de amor y preocupación fluía a través de ella. La amenaza de perder a su niño pesaba mucho en su corazón, y no podía hacerse a la idea de expresar sus temores en voz alta, temiendo que su ansiedad pudiera de alguna manera dañar la pequeña vida anidada dentro de ella.