—Señora, debería irse ahora —le recordó la enfermera, recordándole que su tiempo en la sala de emergencias había terminado.
Abigail se alejó de su esposo reluctante. Le lanzó una última mirada amorosa a Cristóbal, el hombre que se había convertido en su roca y ancla, antes de salir de la habitación.
Al regresar a su propia sala, Abigail se sorprendió al encontrar al Sr. Miller esperándola. Su presencia inesperada despertó su curiosidad, y no pudo evitar preguntarse si algo había salido mal o si había un asunto urgente que requería su atención.
—Pensé que se había ido —comentó ella, su voz teñida de preocupación. Observaba su rostro, buscando algún indicio o pista sobre el motivo de su presencia.
En vez de responderle directamente, el Sr. Miller sacó su teléfono e inició una llamada. Su expresión seguía siendo solemne, aumentando la inquietud de Abigail. Cuando la llamada se conectó, él extendió el teléfono hacia ella y dijo:
—El Señor quiere hablar contigo.