Cristóbal la llevó al baño, tomó un baño con ella y la llevó a la cama.
Estaban acostados uno al lado del otro, abrazándose, sin molestarse en bajar a comer.
Abigail estaba somnolienta. Su ritmo cardíaco era como una canción de cuna. Además, su cálido abrazo la hizo sentir cómoda y segura. ¿Cómo iba a mantenerse despierta?
En contraste, Cristóbal estaba inmóvil y absorto en sus pensamientos acerca de la madre de Abigail. No pudo conseguirle un trabajo en ninguno de los otros hoteles de los Shermán.
Su padre había tratado con ella tan despiadadamente que no podía siquiera pisar ninguna de sus propiedades, y mucho menos encontrar trabajo allí.
Cristóbal se sintió impotente y se dio cuenta de que a Abigail le entristecería saber todo esto. Detestaba verla sentirse mal y desanimada. Por lo tanto, decidió acercarse a Brad y pedirle que encontrara un trabajo para Raquel.
—¿Hablaste con tu madre? —preguntó.
—Hmm... —ella murmuró perezosamente, sin abrir los ojos.