—Espera un segundo. ¿Y qué hay de mí? —preguntó Elina.
—¿Qué pasa contigo? —respondió Salaark con una bufido.
—Me siento un poco excluida. Todos menos ella y Senton seguían siendo completamente humanos.
—Supongo que no quieres ser la Senton de la situación. —El marido de Rena suspiró profundamente.
—Oh, no cariño, eso no es lo que quise decir.
—Por favor, tratar de cubrirlo solo empeora las cosas. No hay necesidad de preocuparse por mí. Hace tiempo que me acostumbré a estar constantemente en medio de una tormenta que ni siquiera entiendo y contra la cual soy más indefenso que mi niña.
Aún así, su voz y sus palabras no coincidían mientras seguía suspirando como un fuelle. La idea de que la magia de Leria ya pudiera darle una paliza y que su corcel pudiera comérselo de un trago eran grandes golpes para su orgullo de padre.
Las brillantes plumas de colores que ahora decoraban su piel eran solo el fuego en el literal Fénix.