—Leah... —Mark se quedó junto a la cama de Leah mirándola intensamente a la cara—. Leah, ¿cómo te sientes?
Los efectos de la anestesia no habían desaparecido completamente y, aunque Leah se sentía algo incómoda, sonrió y negó con la cabeza.
Sus dedos se movieron y sintió algo en su mano.
Levantando su mano débilmente, vio el chocolate que Mark le había dado aún en su mano, y su sonrisa se hizo más amplia. —Aún tengo mi chocolate.
—Sí, todavía lo tienes —Mark asintió con una sonrisa.
—Gracias por el chocolate —dijo Leah.
—Te traeré más mañana —prometió Mark.
—Leah no puede comer chocolate ahora. ¿Qué tal si le traes más en unos días cuando pueda comerlos? —sugirió Paul.
—Está bien. Se los daré primero. Ella puede comerlos más tarde cuando sea capaz —respondió Mark.
Paul no hizo más comentarios al respecto.
—Ya que Leah se ha despertado, es hora de que nos vayamos, Mark —La señora Jeffreys se acercó a Mark y extendió su mano.