Después de organizar los cumpleaños de los dos niños ayer, Wendy estaba agotada.
Durmió durante la mañana y se despertó alrededor del mediodía.
Zess no entró tampoco para despertar a Wendy.
Después de levantarse y salir de su dormitorio, Wendy se dio cuenta de las voces de Zen y Zess que venían de la cocina.
—Déjame hacerlo, en serio. Eres una invitada, no te preocupes por eso —Zess le dijo a Zen.
—Está bien, de verdad. No soy una invitada. Puedo encargarme de las tareas de la casa. Puedes sentarte y relajarte mientras yo me ocupo del día, ¿de acuerdo?
Era la voz de Zen.
—De verdad, no tienes que hacerlo. Wendy está acostumbrada a comer la comida que hago y le gusta su sabor. No tiene nada que ver con tus habilidades —insistió Zess.
—Conozco a Wendy desde hace muchos años. Fuimos compañeras de clase en la universidad, así que sé lo que le gusta comer. También sé sus preferencias alimenticias; solía gustarle mucho comer los salteados que yo preparaba. Déjame hacerlo.
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