El misterioso dios, conocido como Azrael, caminaba por un pasillo rodeado de exuberantes jardines, cuyas flores y plantas parecían desafiar las leyes naturales. Llegó a una imponente puerta de piedra, ornamentada con tallados imposibles de reproducir por manos mortales. Antes de que pudiera siquiera tocarla, la puerta se abrió con un susurro, revelando un lujoso salón en su interior.
El salón, bañado en una luz misteriosa, era una obra de arte en sí mismo. A pesar de la ausencia de ventanas, parecía estar iluminado con una magia propia. Adornos majestuosos y divinos adornaban cada rincón, despertando la codicia incluso en seres que jamás habían experimentado tal sentimiento. Cientos de sillas o tronos ocupaban el salón, cada uno de ellos ocupado por dioses de diversas apariencias, algunas exquisitamente hermosas y humanas, mientras que otras emanaban una oscuridad inquietante y sobrenatural.
Los dioses conversaban entre sí en lenguajes ininteligibles, sus voces variaban desde susurros apenas audibles hasta resonancias que podrían haberse escuchado a grandes distancias. Sin embargo, ninguno de los dioses tenía dificultades para escuchar y hacer escuchar sus palabras a quienes deseaban comunicarse. Cuando el dios misterioso, Azrael, ingresó al salón, los dioses guardaron silencio y lo observaron tomar su lugar.
Con voces burlonas y juguetonas, los dioses se dirigieron a Azrael, preguntándole si finalmente había encontrado un alma adecuada para sus propósitos o si una vez más había fallado en su búsqueda. Azrael, con una sonrisa enigmática, les aseguró que había descubierto un alma prometedora, una que había aceptado reencarnar en el mundo de Game of Thrones.
La conversación entre los dioses se volvió animada mientras hablaban de apuestas y desafíos. Cada uno de ellos había enviado a un elegido a diferentes mundos, y ahora iban a observar y comparar los logros y los desafíos enfrentados por sus respectivas almas. Recordaron con humor una apuesta anterior en la que enviaron por error a sus elegidos al mismo mundo, un lugar donde seres con grandes poderes batallaban por motivos insignificantes, llevando a la extinción de la vida en aquel mundo. Debido a esa experiencia, habían decidido cambiar sus métodos de entretenimiento, observando cómo sus elegidos se desenvolvían en mundos mortales con objetivos más mundanos.
Mientras los dioses continuaban discutiendo y planeando sus futuras apuestas, Azrael se dejó llevar por la curiosidad y la emoción. Su alma elegida, Alejandro, estaría a punto de comenzar su nueva vida en el mundo de Game of Thrones, sin sospechar las fuerzas en juego ni las intenciones ocultas de los dioses. Pronto se desataría un juego cósmico en el que las vidas y los destinos de los mortales serían manipulados por el entretenimiento de los dioses.