Narra Liam
El día de hoy transcurrió normal. Las horas pasaron en un abrir y cerrar de ojos y la puesta del sol se aproximaba, y con ello la luna llena.
—Estoy listo —dije mientras bajaba las escaleras.
Había empacado una maleta repleta de ropa y algunas otras cosas, aunque no sabía el por qué sí solo sería por una noche; tampoco eran vacaciones.
—Muy bien, hay que irnos —dijo mi tía—, tu tío está esperando en el auto —sin más que decir salimos de casa y subimos al auto.
—Espero que no destroces medio bosque —agregó sarcásticamente, mientras me ponía el cinturón de seguridad.
—Haré mi mayor esfuerzo —solté un bufido acompañado de una risa.
Al momento de girar mi cabeza hacia la ventanilla del auto, miré la casa de Matthew por última vez. Lamentablemente hoy no asistí al instituto y no lo he visto en todo el día; lo echaba de menos, realmente lo extrañaba.
Finalmente mi tío encendió el auto, interrumpiendo mis pensamientos y luego lo puso en marcha. Continuamos nuestro camino hacia el norte y alrededor de unos 15 minutos habíamos abandonado la ciudad, ahora íbamos en camino al bosque por la autopista, después de unos pocos kilómetros nos desviamos por una carretera hacia el sur, donde los carros no pasaban muy a menudo debido a que las curvas eran cerradas y muy peligrosas de noche por la falta de luminosidad. A unos metros más de distancia, pasamos un pequeño letrero que decía: "área protegida, se prohíbe cazar".
Ahora no había más que oscuridad frente a nosotros, nieve, arbustos y pinos cubiertos de esta, también una enorme montaña frente a nosotros que poco a poco comenzábamos a subir.
Era esa misma montaña que estaba justo al lado de la casa de Nathaniel; la montaña que se encontraba al lado de la ciudad y que se extendía de lado a lado
La luna llena estaba cada vez más cerca, podía sentir como mis garras comenzaron a salir, al igual que mis colmillos e ignorando por completo mi fuerza de voluntad; podía ver mis ojos brillar en el reflejo de la ventanilla del auto.
¿Qué me está pasando? —me pregunté.
Intenté tranquilizarme, pero no podía hacerlo, apenas tenía control de mí mismo. Mi respiración comenzó a acelerarse y mi cuerpo pedía a gritos transformarse en mi forma lobo para correr por el bosque con toda libertad, sin embargo no debía permitirme hacer eso. Si lo hacía perdería totalmente mi sentido humano del bien y el mal.
—¡Aúúúúúúúú! —escuché cerca de aquí el aullido de otro Hombre Lobo. Se estaba transformando.
—Liam, ¿te encuentras bien? —parece que mi tía notó mi situación después de verme por el retrovisor.
—No —apreté los ojos y fruncí el ceño—. No lo estoy —mi cuerpo ardía como si tuviera fiebre.
—Ya estamos cerca, resiste.
—¡Necesito bajar del auto! —grité.
Al escuchar mi tono de voz notaron que no estaba bromeando y mi tío pisó el acelerador hasta el fondo, haciendo rechinar los neumáticos y así llegar más pronto a la cabaña. Aparentemente conocía muy bien el camino ya que no bajaba la velocidad; solamente en las curvas, las cuales ya sabía dónde se encontraban.
El bello de mis brazos comenzó a crecer un poco y mis ojos seguían brillando; no perdían su resplandor en todo momento. La luna ya era visible para todos en el cielo y lentamente comenzaba a ascender más y más, por lo que tuve que evitar contacto visual con ella.
—¡No resisto más! —mi voz comenzó a cambiar.
¿Por qué demonios me está pasando esto? Era la primera vez que me pasaba algo así, nunca me había sucedido algo así desde hace una década.
—¡Aúúúúúúúú!
—¡Aúúúúúúúú...!
En ese preciso momento, el auto se detuvo en seco y de no haber sido por el cinturón de seguridad, hubiese sido disparado hacia enfrente; golpeando fuertemente el asiento de mi tía. De manera torpe me quité el cinturón de seguridad y bajé del auto para después caer en la nieve y comenzar a gatear a duras penas para alejarme de mis tíos.
—Liam, debes hacer tu mayor esfuerzo por no transformarte... Sé que puedes hacerlo.
—No... No pu-puedo —apreté mis ojos con fuerza.
—Si puedes hacerlo, Liam, lo has hecho por más de 10 años. Puedes hacerlo —me motivó.
Cuando creí que todo estaba perdido, recurrí a mi última alternativa y quizás mi única salvación. Difícilmente intente ponerme de rodillas y ya que lo logré, saqué mis garras e hice puño mis dos manos encajando mis garras en estas. Como única respuesta mía se escuchó un fuerte grito de dolor lo suficientemente doloroso para evitar transformarme en mi forma lobo, luego caí en la nieve para que mis manos pudieran sanar.
—Liam, ¿estás bien? —colocó su mano en la parte superior de mi espalda.
—Si —mi respiración era agitada.
—Lo lograste, muchacho —dio palmadas en mi espalda—. Sabía que podías lograrlo.
—Gracias —después de unos minutos, mis manos ya se habían sanado completamente y me levanté del suelo.
Ahora me dispuse a curiosear el lugar, la cabaña era un poco más grande de lo que creí, casi del tamaño de nuestra casa o incluso más, a excepción de que no era de dos pisos. Se hallaba completamente sola, sin más cabañas al lado o cerca de esta.
Al lado de la cabaña y por el lado oeste de la montaña se hallaba un acantilado donde se lograba apreciar perfectamente la ciudad a unos largos kilómetros de distancia, quedando el bosque justo en el centro de la montaña y la ciudad.
Solo rodeamos el bosque para llegar hasta aquí —pensé.
—Liam —giré mi cuerpo luego de haber contemplado el gran paisaje—. Debes comer antes de que te marches.
—Por supuesto —regresé al auto para ayudar a bajar la comida.
Una vez que la cena ya estaba lista comencé a comer como si no lo hubiese hecho durante días. Si no comía lo necesario el resto de la noche me iría de caza y no quería hacerlo, no quería matar a un pobre animal inocente que se llegase a cruzar por mi camino.
Después de terminar, me despedí de mis tíos y abandoné la cabaña para luego correr montaña abajo lo más rápido que mis pies me lo permitían. Cuando sentí que era el momento perfecto me transforme mientras continuaba corriendo.
Seguí mi camino corriendo varios kilómetros sin un lugar en específico, hasta que llegué a la orilla de un río casi congelado; retrocedí varios metros y di un enorme salto para cruzar el río y curiosear un poco del otro lado. Continúe mi "aventura" corriendo en forma recta esquivando algunos árboles; pinos, y rocas gigantes del tamaño de un auto, las cuales comenzaban a aparecer más y de diferentes tamaños. Finalmente llegué a la parte inferior de la montaña donde se encontraba un auto destruido y abandonado, con los cristales rotos y varias abolladuras, deduje que tal vez había caído desde la cima de la montaña.
Al parecer ya tenía mucho tiempo aquí debido a las condiciones que se encontraba el acero, muy degradado y oxidado.
Volví a mi forma humana al ver algo extraño dentro del auto y tomé ese extraño objeto que terminó siendo un viejo oso de peluche blanco cubierto de polvo.
—Devuélveme eso —me sobresalté—. No es tuyo —giré mi cabeza inmediatamente hacia él.
—¿Allen? Vaya susto que me diste —reí un poco nervioso.
—Liam, devuélveme ese oso de peluche ahora mismo —me extendió su brazo, mientras sus ojos comenzaban a resplandecer.
—Tranquilo —estiré mi brazo—. Aquí tienes —lo tomó sin apartar la mirada de la mía.
¿Por qué le importa tanto un oso de peluche? No le veo nada valioso a este.
Allen apartó su mirada de mi, seguido de eso se dirigió al auto estrellado para poner el oso justamente de donde lo había tomado, quedándose ahí por un largo rato sentado sobre sus pies hasta romper el incómodo silencio que había entre nosotros.
—Este oso de peluche era de mi hermano… tenía siete años —sollozó, ¿estaba llorando?—. Él murió junto a mi madre una noche que escapamos de la ciudad.
—¿Escapaban de qué? —arrugué mi frente.
—De mi padre —se levantó y se giró hacia mí.
—¿Tu padre?
—Si… Mi madre no soportaba ver como mi padre me torturaba, no pudo resistir más y escapamos los tres de casa. Aquella noche era muy lluviosa, mi madre conducía velozmente hasta que perdió el control, salimos disparados del camino y caímos montaña abajo, el auto terminó tal cual está —volteamos a verlo, es increíble que haya sobrevivido después del accidente—. Cuando recuperé la conciencia ellos ya no tenían vida, intenté salir del auto, pero estaba gravemente herido de pies a cabeza y cuando creí que también moriría, apareció una extraña criatura con unos ojos rojos brillantes y quedé nuevamente inconsciente.
—¿Por qué me cuentas esto? —pregunté en un tono amable.
—Porque necesito desahogarme —secó sus lágrimas—. Joe no quiso escucharme cuando quise explicárselo y ahora me odia.
—¿Tu y Joe tuvieron algo?
—Hace meses tuvimos una relación —eso explica la manera en que se vieron la noche anterior—. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos…
—¡Aúúúúúúúú...!
Nos vimos interrumpidos ante ese aullido y giramos nuestras cabezas en aquella dirección.
—Es Nathaniel —nuestras miradas chocaron—. Está pidiendo ayuda.