Entrenamiento de Secuaces se cursaba en el campanario, un tenebroso claustro al aire libre construido sobre la torre Maldad.
Para llegar a él había que subir una escalera de treinta tramos, tan estrecha que los alumnos debían ir en fila india.
—¡Qué asco! —dijo Dot, jadeando como un camello acalorado.
—Si vomita cerca de mí, la tiraré de la torre—refunfuñó Hester.
Sophie caminaba delante de las 3 brujas con Adán en brazos, provocando que Dot la mirada entre asombrada y envidiosa.
— ¿Cómo puedes con el niño y subir todas estas escaleras? - se quejó Dot.
— Hago ejercicio - contestó simplemente.
Aric caminaba detrás de Hester, seguida de Anadil y por último Japeth.
Esto se hizo así porque los chicos se habían retrasado al tratar de alejar a Hort una vez más de Sophie.
Hort estaba detrás de Japeth tratando de pasarlo para llegar a Sophie, pero el chico siempre le propinaba algún codazo.
A pesar de haber estado en varias oportunidades a punto de caer por la escalera, y de que Japeth no parecía sentir la menor culpa por ello, (estaba esperando que no hubiera testigos para poder lanzarlo) siguió intentándolo.
Sophie recordó que, según la historia, al morir Rafal, Hort sería su «felices para siempre», pero eso sería más adelante, por ahora todavía le quedaba por crecer al chico.
Ya que justamente fue el rechazo de Sophie el que lo hizo crecer en el libro original.
Lo peor que podía hacer esta Sophie sería prestarle atención y solo volverlo más obsesivo y conformista.
Llegaron el final de la escalera y encontraron a Castor esperándolos.
—¡AMI TENÍA QUE TOCARME LA LECTORA!
Su ayudante, Beezle, era el enano de piel roja del que Sophie tomado el folleto con las reglas de la escuela.
—¡Que ganen o pierdan sus batallas depende de la competencia y lealtad de sus secuaces! —explicó Castor—. Claro que algunos de ustedes terminarán siendo secuaces, y sus vidas dependerán de la fuerza de su líder. Entonces, ¡presten atención si quieren seguir vivos!
Sofía escuchaba la clase ociosa preguntándose si la escena del libro podría repetirse, en cuyo caso ella tendría un aprobado instantáneo, pero sería recomendable ser la última en La fila, así que se quedó hasta atrás de sus compañeros.
Iguales patitos con mamá gansa, Adam, Aric y Japeth la siguieron.
Hort se quedó junto a ellos, por supuesto.
No entendía como, pero de alguna forma había ganado 3 patitos más.
Las 3 brujas se unieron al grupo también en la parte de atrás.
— ¿Por qué no adelante? - preguntó a Anadil curiosa.
— Porque estoy segura de que desde aquí escuchamos mucho mejor a Castor - soltó Sophie como una excusa rápida.
Nadie podría discutir esa lógica.
Todos quedaron pensando por un segundo, antes de asentir con aprobación.
No era ningún secreto qué la mitad malvada del cerbero usaba un tono de voz bastante "elevado".
—Y ahora, su primer desafío. Cómo entrenar… —Castor dio un paso al costado— a una oca de los huevos de oro.
Todos quedaron boquiabiertos al ver a un elegante pájaro de plumas doradas que dormía serenamente en su nido detrás de Castor.
—Pero las ocas de los huevos de oro odian a los villanos —replicó Anadil.
—Eso significa que, si puedes amaestrar a una, será muy fácil domesticar a un troll montañés —explicó Castor.
La oca abrió sus ojos color azul perlado, observó al público de villanos y sonrió.
—¿Por qué sonríe? —Quiso saber Dot.
—Porque sabe que estamos perdiendo el tiempo —replicó Hester—. Las ocas de los huevos de oro solo escuchan a los Siempres.
—Son solo excusas —apuntó Castor, bostezando—. Deben conseguir que esa patética criatura ponga uno de sus valiosos huevos. Cuanto más grande el huevo, mayor será su calificación.
Castor escribió sobre la pared del campanario las cinco estrategias para entrenar secuaces:
1. Ordenar
2. Hostigar
3. Engañar
4. Sobornar
5. Intimidar
—Ahora bien, no intimiden al maldito pájaro antes de haber intentado las otras cuatro estrategias —les advirtió Castor—. No hay nada que impida a un secuaz volverse en su contra.
Sophie se aseguró de ser la última de la fila, y vio que los primeros cinco alumnos no tuvieron suerte, incluido Vex, que llegó al extremo de zarandear al pájaro por el cuello, pero la oca de los huevos de oro le respondió con una sonrisa.
Como por obra de un milagro, Hort fue el primero en triunfar.
Probó con ordenarle «Pon un huevo», llamarla «imbécil» y tentarla con gusanos, hasta que se dio por vencido y pateó el nido.
No pudo estar más equivocado.
De repente, la oca lo tomó de su túnica y con ella le tapó la cabeza; Hort se puso a gritar y, sin poder ver, se chocó contra las paredes.
Sophie solo pudo sentir lástima por el pobre chico
Pero la oca pareció encantada.
Agitó las alas, voznó y graznó con tanta estridencia que perdió el control y excretó un huevo de oro del tamaño de una moneda.
Hort la sostuvo en alto, triunfante.
—¡Gané!
—Claro, porque en el fragor de la batalla tendrás tiempo para corretear desnudo y hacer que la oca ponga un huevo—rezongó Castor.
Aun así, el perro había dicho que quien sacara el huevo más grande ganaba, así que los otros Nuncas imitaron la táctica de Hort.
Dot le hizo muecas, Ravan hizo marionetas de sombras, Anadil le hizo cosquillas con una pluma, y Brone, el muchacho pálido y calvo, se sentó sobre Beezle, ante la alegría del pájaro («¡Bruja hedionda!», aulló el enano).
Hester, pensativa, se acercó y pateó a la oca en el estómago, tras lo cual cayó un huevo del tamaño de un puño.
—Son todos unos aficionados —dijo con tono despectivo.
Fue el turno de Aric y luego de acercarse y susurrar un par de palabras en el oído de la criatura, esta pasó de ser una Oca blanca a un rojo cereza y puso un huevo del tamaño de un balón de fútbol.
Japeth se acercó, poniéndose en la misma posición que Aric, sin ninguna necesidad de susurrar nada, solo le guiño el ojo a la oca y obtuvo el mismo resultado.
Adam repitió la "hazaña", simplemente se acercó y acarició el animal con suavidad mientras decía "bello pájaro" con ternura.
El animal, sin poder resistirlo, simplemente complació al pequeño y le dio un huevo del tamaño de los anteriores que había hecho para los dos chicos lindos.
Los Nuncas solo pudieron ver esto con agravio mientras se quejaban con Castor, diciéndole que esto era porque ellos, para empezar, parecían siempres.
— Solo el mejor mal viste de bien - había respondido Castor.
Llegó el turno de Sophie.