De vuelta en el palacio del imperio Hitita y en medio de aquella fiesta lujosa organizada por los padres de Emira, esta se encontraba a unos cuantos metros de Dalila y de Hattili y sin ser descubierta aún por ellos, se posó en una pared para escuchar la conversación de ellos dos para ver que se traían.
_ ¿Dalila y desde cuando conoces a la princesa? _ acomodando su cabellera, le responde _la conozco desde que somos dos niñas, compartíamos mucho pero un día sucedió una discusión y Emira nos echó del palacio a mí y a mi padre y hasta hoy después de mucho tiempo la vuelvo a ver_ algo intrigado Hattili le pregunta _ ¿pero y los reyes no hicieron nada al respecto para recuperar su amistad? Se supone que los reyes deben resolver todo_ con una sonrisa sarcástica, Dalila le dice _Emira controla a sus padres y si por ellos fuera, Emira reinaría desde ya y ellos serían sus súbditos, a mi padre lo castigaron a trabajos forzosos por unas cuantas lunas_ a lo que Hattili replica _interesante, pero sabes algo, me gustó platicar contigo un rato, deberíamos ser buenos amigos y continuar hablando, llega un día a mi casa, todo mundo sabe donde queda la casa de Hattili_ despidiéndose con un beso en la mejilla.
Emira carcomida por celos y rabia, no se percata de un sirviente que viene y al tratar de huir choca con él y deja caer unas copas, haciendo un ruido que se escucha por el lugar y a lo que Hattili y Dalila van a averiguar que es y dan con la sorpresa de que un sirviente se tropezó y con un gesto caballeroso Hattili le ayuda a levantarse y esté dándole la mano le pregunta _ ¿qué le ocurrió señor? _ apenado el sirviente dice _Sin querer choqué con la princesa Emira y boté estas copas y por suerte no estaban llenas, mis disculpas y por favor no le digan al rey_
Dalila pensante se da cuenta de que Emira los estaba espiando, a lo que idea un plan para vengarse de Emira.
Retirándose cortésmente, Dalila se dirige hacia los aposentos de Emira y la encuentra reposada en su cama llena de ira.
Dalila se posa sobre un marco bañado en oro y sarcásticamente le cuenta _creo que ya te diste cuenta quien me invitó a su posada y créeme que fue sin ninguna intención, si quieres hasta te lo puedo presentar_ pensante sobre qué responderle, Emira se echa una leve carcajada y le dice _por si no lo recuerdas soy la princesa y no necesito de nadie para presentarme, todo el imperio sabe quien soy, por lo que más tarde seré yo la que pase con él en sus aposentos_ con un tono orgulloso, Dalila le dice _ pues ya veremos
Dalila sin perder tiempo, se retira y se dirige a donde se concentraba la multitud y vigilante espera a Emira quien no tardó en llegar y cuando esta se presentó, buscando a alguien en la multitud, Dalila se enrumba donde Hattili y lo lleva a donde está la parte más alta y Emira cada vez más cerca de ellos, Dalila le da un beso apasionante a Hattili y Emira llegó al lugar justo a tiempo para ver esta escena amorosa a lo cuál Emira reaccionó muy mal y enfurecida les dice _¡váyanse de mi fiesta ya, no los quiero ver nunca más, salgan de mi vista antes de que llame un guardia _ Hattili sonrojado y apenado y Dalila satisfecha salen de la mano no sin antes Dalila replicarle _te lo dije amiga, tú no ibas a lograrlo por tu ego_ saliendo ambos con paso elegante y Dalila victoriosa con su plan.
Emira furiosa corre a donde su padre quien se preparaba para abrir el banquete de cena que tenían preparado los reyes para los invitados, casi llorando dice _Dalila se besó con Hattili, la única persona que me parecía atractiva y todo es por tu maldita culpa, te odio_ el padre sin prestarle mucha atención le dice _sabía que Dalila iba a hacer eso y sabía como ibas a reaccionar, por eso le dije que te lo presentara, así que ponte para empezar la cena_ furiosa pero con una sonrisa fingida en el rostro, empezó el banquete, con pavos, vino, frutas exóticas, y carnes de las mejores calidades que se podrían conseguir y por ello lo más costoso.
Emira mientras comía no podía dejar de pensar en aquella imagen que se le quedó grabada de aquel beso, terminó su cumpleaños intranquila por esa imagen que la atormentaba, no pudo dormir bien ni siquiera, pensando en ello.
En los jardines del palacio al día siguiente de la fiesta, sentada recordaba aquellas palabras del rey diciendo que nadie la podía soportar y pensando de que tal vez Hattili podía soportarla, que no era tan difícil soportarla, hasta que decidió ir a la casa de Hattili, agarró su carruaje real, chapado en oro y dirigido por los mejores caballos de la región, iba preguntando a cada persona ¿dónde queda la posada de Hattili? a lo que ninguna persona pudo contestarle, sin respuesta, se devolvió al palacio furiosa.
Al día siguiente hablando con su padre, este le recomendó salir de viaje a las afueras del imperio, para que reflexionara sobre el propósito de su vida y quien era realmente, esta idea asustó a Emira y no le gustó para nada, asumiendo que sus padres no la querían lo suficiente. Durante el resto del día pensó en esa propuesta, fue a donde su padre y le comentó _tienes razón padre, iré de viaje, pero quiero una guardia completa, con tus mejores hombres del ejército para sentirme segura, porque no quiero que nadie me robe, soy la princesa y quien lo intente estará condenado_ el padre acomodándose en su silla del poder le dice _claro que sí hija, estarás acompañada siempre y no dejaré que nadie te ponga un dedo encima.
A la mañana siguiente todas sus siervas corriendo para alistar todas las cosas de Emira, quién ya partía hacia las afueras del imperio.
Emira se despidió de sus padres diciendo _espero que no me pase nada y que estas inútiles hagan su trabajo de echar todo_ la reina le responde _claro que sí hija, te va a ir muy bien, así descansas y tu padre y yo descansamos de ti un poco_ Emira furiosa le responde _pues yo descansaré en medio de la nada y no escucharé sus molestas voces por unas cuantas lunas_ retirándose, se dirige a su carruaje.
Llega al lugar donde se iban a quedar, se veía todo el imperio desde el desierto, todas las siervas colocaban la tienda donde se iba a quedar Emira y le acomodaban sus cosas, mientras ella mirando a su alrededor contemplaba el paisaje y sentía el viento, ve a lo que parecían ser comerciantes con un burro a lo lejos y quien lo montaba tenía joyas preciosas y un aspecto egipcio, sin darle importancia se dirigió a su tienda para tomar algo, ya que el sol era agotante.
Llega la noche y prenden todas las antorchas y se turnaban los guardias la vigilancia del perímetro y Emira cenaba hasta que alguien se apareció ante los guardias quemado por el abrazador sol…