Veo a mi hermana reírse por teléfono y mirar la televisión. Subo las escaleras y ella se gira para verme.
—¿Y como te fue en la cena? - me pregunta.
—¿Ahora eres curiosa? - le pregunto.
—Claro hermana, me importa toda su vida... - sonríe y luego mira sus uñas —Dire me importa toda tu vida, después de todo somos hermanas.
—No te confundas, tú y yo no somos hermanas - le digo con seriedad.
—¿Cuánto crees que te dure Mario? - me pregunta.
Subo las escaleras y cierra la puerta, me pongo a meditar sobre mi cama, me cubro la cara con la almohada y gritó como loca.
Luego de gritar y soltar todo mi malestar decido tomar mi teléfono y buscar al tipo que me humilló. La sangre me hierve cada cabeza que pienso en él. Quiero saber todo sobre él.
Edu Costa pongo en Google y inmediatamente salta un montón de artículos del músico, modelo, fotógrafo y pintor.
Me quedo maravillada por sus fotografías en blanco y negro, además de su pintura de una niña con una flor y llorando.
Igual puede tener mucho talento pero es un imbécil sin duda alguna, busco si instagram y lo tienen privado, en Facebook me aparece demasiadas personas con ese nombre.
Me rindo y veo que son las dos de la madrugada. Estoy sentada pensando en mi día, en como es que fui por un imbécil a la comisaría y terminé destrozada.
Pero su manera de responder y todo sus gestos, es como si protegiera algo, como si viera un monstruo a su padre.
El fin de semana pasa rápido y el lunes estoy en la oficina como siempre media hora antes. ¿Por qué media hora antes? - siempre me hacen una pregunta.
Media hora antes porque saludo a mi padre que llega de trabajar y me evito la contaminación visual de mis ojos viendo a dos ridículas haciendo de buena hija y esposa.
Pongo mi mochila en el piso, ordeno mi escritorio y veo todo los pendientes que tiene mi jefe, ingreso a la oficina a ver que todo esté impecable, pongo su tablet con la primera plana de periódico.
Termino de ver que todo esté bien para iniciar él día, luego veo ingresar a los ingenieros y los demás. Todos como siempre me saludan amablemente.
Poco a poco van dejando los documentos para que pase por la revisión final, los ayudo con los horarios de las reuniones y sus proyectos, ordeno los documentos del ordenador, envío los pendientes a cada ingeniero y arquitecto de los clientes.
Todo es normal, pero algunos tienes rostros de preocupación.
Un ingeniero se acerca a mi escritorio.
—Señorita Vladi son las diez y quince de la mañana y el jefe aún no viene.
Nunca en lo que llevo trabajando aquí el jefe de ha tardado.
—Debe ser el tráfico lo más seguro, pronto llegará.
—Esta bien, por favor le informa que soy el primero que desea hablar con él.
Asiento con la cabeza y lo veo alejarse. Hago todo lo que debo hacer y veo el reloj y son las once de la mañana.
Busco correos o algún mensaje que me informe su ausencia, busco en mi teléfono y no hay rastro alguno.
Tengo demasiada preocupación, se que algo malo debe haber pasado pero soy optimista.
Una llanta desinflada, el tráfico terrible de la cuidad o quizá tuvo una emergencia menor.
Escucho que la gente comienza a murmurar y ya son las dos de la tarde.
En dos horas mi turno habrá terminado y de milagro pude contener el mal rato e algunos socios y accionistas de la empresa. Gente que tenía reuniones pactadas con el hace una mes.
Escuché gritos hasta insultos, pero no he perdido la calma, cada cierto tiempo veo mi teléfono reviso la bandeja de mensajes.
Llegan las cuatro de la tarde y apenas he tenido tiempo de ir al baño mi escritorio está lleno de documentos mientras veo las miradas de preocupación de varios ingenieros y asistentes de ellos.
Son las seis y aún no termino de controlar los pendientes que tiene. Cuado el reloj marca las ocho de la noche por fin puedo respirar un poco. Agarró mi mochila me quito los tacos y me pongo una balerinas para disponerme a irme a casa.
A esta hora no hay demasiado tráfico, así puedo respirar aliviada. Cuando subo al auto le mando varios audios a Mario contantodole mi terrible día y que nadie ha sabido de nuestro jefe.
Cuando llego a casa luego de caminar tres cuadras desde el paradero de buses, subo las escaleras sin saludar a nadie, subo rápido y me tiró en mi dormitorio.
Estoy exhausta. Termino de cambiarme la pijama y miro mi teléfono. Mario no me ha respondido. Me imagino que debe estar trabajando.
El timbre de la casa suena y suena, escucho que gritan mi nombre desde afuera.
—Emilia Vladi, señorita Vladi.
Yo tengo el sueño ligero, así que al menor ruido me despierto. Mi ventana de la habitación da al traga luz interno de la casa, así que debo ir hasta el pasillo para ver un auto negro y a un señora elegante abajo.
¿ Y ella quien es? - me pregunto a mi misma.
Bajo las escaleras rápidamente y abro la puerta.
Veo a una mujer que es diez centímetros más alta que yo, bien arreglada con un saco que le llega a las rodillas.
Lo primero se haces es extenderme la mano.
—Señorita Vladi buenas noches...
—Buenas noches - digo respondiendo al apretón de mano —¿Quién es usted?
La vuelvo a mirar, es una mujer mayor muy elegante.
—Soy la abogada del señor Costa.
Un ligero escalofríos recorre mi cuerpo y dejó que siga hablando.
—El señor Costa me dio indicaciones que la busque a usted.
—¿Donde esta el señor Costa? - le pregunto.
—El señor Costa se encuentra muy delicado de salud, para ser más específico tuvo un paro cardíaco el día sábado en la noche.
Ella lo dice tan fríamente, pero para mí el señor Costa es importante, es como un ejemplo a seguir para mí.
—¿Dónde se encuentra? - le pregunto algo inquieta.
—Escucha con atención debes encontrar a Edward, su hijo.
¿Encontrar a Edu?
—Pero yo no sé dónde está...
—Te lo dejo como tarea, debes encontrarlo para el miércoles o sacarán del puesto de gerente general al señor Costa por incapacidad.
No suena mala idea, solo que si pierdo este trabajo o me toca un jefe horrible yo voy a renunciar.
—¿Quién?
—Su hermano Héctor Costa tomará su lugar.
Al escuchar eso mi cuerpo da un pequeño salto, ese hombre es lo peor de lo peor, aún recuerdo la discusión que tuvo con su hermano, donde lo amenazaba de quitarle todo.
Borro esos recuerdos de mi cabeza y miro a la abogada.
—Yo buscaré a Edu - le digo segura de mi misma.
Te voy a encontrar.
—Yo me encargaré de decirle al directivo que el señor Costa se encuentra en un pequeño retiro espiritual.
¿Se creerán ese cuento?