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73.29% El diario de un Tirano / Chapter 118: Dos días antes

章 118: Dos días antes

Tan pronto como la mañana dio paso a la tarde, la caravana de cargamento, ahora vacía, salió de la vahir. Acompañada por veinte soldados, quince esclavos de combate, el dirigente de la raza antar y, los ciento seis miembros del sindicato, que tiempo antes habían sido equipados con armas y armaduras, instruidos de las nuevas reglas y de la misión, y acompañados de una encomienda cargada de advertencia, que mencionaba con gran énfasis la protección de los pequeños individuos.

Esa misma tarde se encomendó el comienzo de la construcción única: Edificio sindical, que con una innovación propia de la interfaz, había conferido de tres planos: para la edificación; los acabados y decoraciones, y los distintos muebles necesarios. La construcción estaba ligeramente enlazada con el estudio mágico, hechizos y encantamientos, una investigación todavía bloqueada, razón principal por lo que habitaciones y salones del Edificio sindical no podían ser accesibles, pero si construidos, y en el momento de la culminación de la investigación anteriormente mencionada, el bloqueo sería quitado, al menos la interfaz así lo explicaba.

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Fuera de Tanyer, al Norte del territorio del reino de Jitbar, un extraño rumor comenzó a rondar por los bajos clanes de las Tierras Salvajes. Lucian <El Invicto> había muerto, asesinado a manos de un individuo desconocido, que se había apropiado de la vahir más cercana a Xergo, que en su lengua significaba "la tierra de los oscuros", un chisme que con el paso de los días se fue olvidando, con la justificación de que la fantasía por el fallecido enemigo era una total falta de respeto.

Por otro lado, en el territorio de la familia Bastanno, específicamente en el hogar de la familia principal, la cólera y la indecisión reinaba. Y no era para menos, pues el pequeño ejército enviado a acompañar a las huestes de la durca Sadia había sido exterminado, y si no fuera porque su hija, a la que tanto le tenía cariño regresó a salvo, su cólera explosiva hubiera terminado en una carta directa al rey, pidiendo por la "causa justificable" para un ataque a su aliada, pero al final decidió por mantenerse cabal, pues la historia narrada que su hija trajo consigo, aunque demasiado fantasiosa, advertía de un futuro problemático, y en esos escenarios, los aliados no deben pelearse entre sí.

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Un día después de la partida de Korgan, la investigación: Mercado culminó, permitiéndole al joven señor de Tanyer escoger una entre tantas opciones todavía bloqueadas, y que, después de meditarlo una noche entera se decidió por la construcción: Centro de investigación, encontrando un sorpresivo y agradable descubrimiento: la interfaz dictaba que Nina era el individuo óptimo a elegir para la sala de investigación, ya que, al tenerla dentro de la habitación, las investigaciones en proceso obtendrían un aumento en su velocidad de estudio del 30%, casi cuatro veces la velocidad base, razón de su decisión al ofrecerle el trabajo, un ofrecimiento que la dama aceptó con una bella sonrisa en su rostro, volviéndose la tercera Investigadora de la sala y de Tanyer.

Por su parte, Orion se dio a la fuga a un terreno desolado del bosque, donde comenzó su propia investigación de especies autóctonas al percibir que la información en los libros era demasiado escasa. Exploró algunas cuevas con la compañía de su guardiana y el escuadrón de Los Búhos, usando los esporádicos lapsos de tiempo libre para capacitar a los mismos en batallas en lugares angostos.

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Los días fueron transcurriendo con total normalidad, siendo las construcciones de los nuevos hogares de los soldados al mando de Orion la diferencia más destacada en la vahir, que provocaba que la extensión del territorio habitable aumentara en tamaño. Los leñadores le fueron robando terreno al bosque, forzando a qué el perímetro de patrulla de los guardias fuera mayor. Las tierras que en el inyar habían sido cuidadas con esmero, ahora se labraban, se llenaban de semillas y se despojaban de malas hierbas, además de aumentar las parcelas cultivables.

El ejército obtuvo una nueva adquisición de dos escuadrones, y una actualización de uno de élite: Los Sabuesos, los primeros esclavos liberados en convertirse en soldados al mando de Orion, con diez Soldados de segunda clase entre sus filas se volvió uno de los escuadrones más poderosos, secundando a Las Garras de Oso, que con un trecho considerable ocupaban el primer puesto; por otro lado, La Lanza de Dios por fin había hecho su protagonismo, ya que, luego de dos batallas y la integración de nuevos reclutas humanos, se había formalizado el escuadrón de caballería; siendo El Susurro de la Noche el último en formarse, el de menor tamaño, pero igualmente devastador en batalla al hacer suyos los arcos.

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Fue alrededor del día quince después de la negociación con la Durca cuando una caravana de comerciantes se acercó a la vahir con extrema precaución al ser conscientes del gran cambio, y por el conocimiento de la personalidad del Barlok Horson y sus demandas, ignoraron e insultaron con su brusca avanzada a los lugareños, quienes no dudaron en enviar sus comentarios a su señor al momento que la caravana hacía su presentación fuera de la fortaleza. Fue Astra el encargado de recibirlos, de escuchar los rumores recientes de los pueblos habitados de Tanyer, así como de despedirlos sin la apropiada cortesía, acto que no fue agradable a ojos de los comerciantes, que con gran protesta y fervor invocaron el nombre del Barlok. Astra trató de que las cosas no escalaran a un punto mayor, pero la rápida intervención de la recién recuperada Yerena, que después de haber recibido un cúmulo de regaños por su falta de sentido común hizo por retrasar su entrenamiento, razón misma por lo que había decidido hacer de guardia en los muros y por consecuencia estar presente en la caótica protesta. Solo bastó de hacer uso de su fiera energía para hacerles entender a los comerciantes que no tenían poder de discusión en tierras controladas por Orion, y como hombres que se vanagloriaban de ser sabios y de mentes ágiles, comprendieron que algo más estaba ocurriendo, así que, con la táctica de descuentos, rumores frescos y objetos de primera categoría, hicieron la petición de hacerse conocedores de la nueva situación, pero la respuesta obtenida siempre fue la misma: lárguense y vuelvan cuando aprendan de respeto.

Al día siguiente de lo ocurrido, Orion desplegó a sus soldados a un rondín de protección, e inmersión al bosque para acabar con las amenazas que los lugareños afirmaban se aproximarían la primera luna completa del primar. Y la prevención le concedió la razón al ser informado de los dos nidos de pirianes encontrados, que, aunque no muy poderosos, en un ataque sorpresa podía cobrarse más de una vida de sus residentes, razón principal de las tres edificaciones para centinelas que se mandó a construir en lugares estratégicos para la defensa.

Al volver el ejército ascendió a cinco de sus soldados que habían cumplido con los requisitos para obtener el rango de: Soldado de segunda clase.

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En el día diecinueve, posterior a la negociación, los doscientos soldados que habían servido en el ejército de la Durca y al rey de Jitbar fueron despojados de sus títulos de esclavos, al unísono que proclamaban sus juramentos de lealtad, mientras que los otros cautivos recibieron la terrible marca del esclavo en sus frentes.

En una tarde se cambiaron los destinos de hombres que habían combatido lado a lado, formalizando sus nuevos títulos.

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En el día veintiuno después de la negociación con la Durca, el tercer cargamento de minerales y rocas llegó a la vahir, con la noticia de que veinticinco miembros del sindicato habían sido asesinados dentro de la mina, pero que, aunque habían logrado su objetivo de deshacerse de las muchas criaturas que habitaban en el oscuro sendero, optaron por residir en las cercanías para eliminar cualquier amenaza que rondara los antar, acto que se hizo merecedor del reconocimiento de Orion.

Esa misma tarde, después de incrementar durante tres días los potenciales de sus nuevos soldados, y fortalecer con su energía a guerreros que se lo mereciesen, logró nivelar su habilidad [Instruir] al nivel quince, una proeza que atribuía al magnífico beneficio de su anillo.

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*La espada afilada es una muestra de respeto*, era un dicho que no terminaba de comprender, no al menos hasta esa tarde, cuando una cuadrilla de jinetes y dos carretas hizo su aparición. Ondeaban el estandarte de la casa Lettman, así como una rama cruzada pintada de blanco que el jinete guía llevaba en alto, que significaba entre los humanos el deseo por la paz y la conversación. Rodearon la vahir, haciendo lo posible por no incomodar a los lugareños, que les lanzaban miradas preocupadas y temerosas, lógicas por sus antiguos estados de esclavos.

Se hizo el silencio cuando, sin aviso, un alto hombre, de túnica roja, brazaletes de oro, una espada envainada a la espalda y botas bien ajustadas se vislumbró en el umbral de la puerta, acompañado por un séquito de tres, al menos los visibles.

--Señor --Saludó con respeto, era un hombre mayor, de mirada solemne y sonrisa calma, que se acercó tan pronto como bajó del lado del cochero--, rezo a los Dioses por su buen estado. --Hizo una media reverencia.

Orion reconoció al anciano, recordaba haberlo visto en compañía de la Durca el día de la negociación, así como por su enigmático comportamiento, por lo que optó por guardar silencio.

--Que flor más preciosa. --Dijo al encontrarse con la mirada de Fira, que le regresó una muy opuesta a la obtenida, pero no hubo cambio de expresión, ni en lo más mínimo, solo una baja sonrisa de un hombre anciano.

Orion continuó en silencio, esperando por desvelar el verdadero cometido de la pronta llegada de una cuadrilla de soldados a sus tierras, de la que había tenido noticia un día antes por sus exploradores.

--No deseo incordiar a su persona, mi señor --Dijo, con sincera cortesía--. Entiendo de las responsabilidades que ha de tener, y agradecido estoy por el tiempo que le da, a este humilde anciano...

--Mago, directo al punto. --Interrumpió tajante.

El anciano sonrió nuevamente, más vivaz y con astucia, pero sin malicia.

--Le ruego perdone, pero de ningún modo lo que estoy por decirle o hacer es una afrenta hacia usted, mi señor... En estas carretas le traigo el oro prometido, tres cofres grandes --Enfatizó, y con una seña en alto ordenó a varios de los jinetes que la descargaran, al tiempo que la ilusión en las carretas desaparecía, ya que, anteriormente se mostraban costales de granos y barriles de alcohol--. El oro puede volver a un cobarde en valiente. --Explicó la razón detrás del astuto hechizo.

Orion esperó la respuesta a la pregunta obvia, paciente en un modo aterrador.

--Puede revisarlos. --Dijo al ordenar que se abrieran.

El dorado de las piezas de oro deslumbró al recibir los rayos solares, volviendo a los soldados de la Durca algo inquietos. En su vida habían visto cantidad parecida, por lo que decir que la tentación de arrebatárserlo al alto hombre no cruzó por sus cabezas era una total mentira, pero el joven tampoco era un idiota que no se oliera las maquinaciones ocultas en sus ojos, por ende de su maliciosa sonrisa que dirigió a todos los atrevidos.

--Mi señor --Intervino con prontitud, comprendiendo lo que podía pasar si actuaba con rapidez--, la durca Sadia se encuentra a quince días de su magnífico territorio --Dijo por fin lo que a Orion le interesaba--. Y no soy nadie para poner excusas en su nombre, pero los esclavos Kat'o fueron difíciles de reunir, y por la mala experiencia de transitar las tierras malditas decidió bordear el terreno, y entrar por la vahir Cenut en unos días, pero el estrecho camino ha retrasado la avanzada. Por ello le ruega por un plazo de veinte días más, promete llegar cuando antes, pero tampoco desea poner en riesgo a sus preciados esclavos.

Lo miró, luego observó el oro, y con un solo pensamiento ordenó que se guardase en su inventario, acto que sorprendió y dejó anonadado al viejo mago, que en su vida había visto un hechizo de dimensión sin canto, ni fluctuación mágica, quiso expresar su curiosidad que parecía no controlar en su interior, pero la imponente y tranquila voz del joven señor de Tanyer le regresó a la realidad.

--Diez días. --Dijo, y con suma calma se dio la media vuelta.

El anciano no supo cómo responder, si bien había logrado una prologa, el tiempo conferido era demasiado poco, pero al no atreverse al incurrir en un desquite de furia del alto hombre, optó por no refutar, en cambio, agradeció con una inclinada reverencia.

--En el onceavo, Helda muere.

Y con ese comentario, desapareció en el umbral de la puerta.


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