La luz parpadeante de la interfaz continuaba encendida, avisando que aún tenía muchas cosas por resolver, pero los pendientes de la vahir ahora estaban consumiendo su tiempo, siendo la principal la interrogante sobre el destino de todos los soldados enemigos capturados, quienes aún eran vigilados y suprimidos por su ejército para evitar una revuelta.
--Los diez soldados que mandó a llamar han llegado, señor Orion. --Dijo Astra al adentrarse a la oficina, mostrando el máximo respeto.
Orion regresó a la realidad, casi cayéndose de su silla, parecía que había estado dormido con los ojos abiertos.
--Que pasen. --Dijo, luego de bostezar con la boca bien abierta.
Fira sonrió para sus adentros al ver a su señor protagonizar uno de los actos más humanos posibles, teniendo un calor en su pecho al verlo actuar de tal manera. Cada vez sentía que la distancia que los separaba era mayor, al igual que la luna, lejana e inalcanzable, pero al verlo comportarse como un mortal más, el sentimiento desaparecía, devolviéndole la sensación de calor y la esperanza de que algún día, ella y él podrían convertirse en uno.
Luego de la autorización, los diez individuos se dispusieron a entrar, todos ellos vestidos con ropas no militares, comunes, más no sucias o desordenadas. Desde el conocimiento de que visitarían en persona a su señor, la importancia de su indumentaria se volvió indispensable y, para nada fallaron en su cometido.
--Señor Barlok. --Dijeron al unísono, a la par que con lentitud se dejaban caer de rodillas.
--De pie. --Ordenó luego de un largo bostezo, este siendo el último.
Los diez individuos acataron la orden, cumpliéndola de inmediato. Sus expresiones denotaban madurez, dureza y, hasta ferocidad, no era algo consciente, la parte más pura de sus almas había sido manchada con aquel designio que a ojos de un verdadero Dios que ama la vida observaría con aversión. La sangre había sido derramada y, como el ave que resurge de sus cenizas, ellos habían renacido, para bien, o para mal, eso ya sería parte del destino decidirlo.
--Soy conocedor de sus esfuerzos en la batalla contra los invasores --Dijo Orion con suma seriedad, pero con el orgullo dibujado en cada parte de su rostro. Los Diez sintieron una hermosa calidez abrazar sus pechos, no había nada más agradable que obtener el reconocimiento por acciones hechas de corazón--, sus actos fueron vitales para nuestro éxito y, por ello hoy les concederé dos regalos, uno de ellos será para su continúo avance en las filas de mi ejército y, la otra, bueno, ustedes le darán la respectiva apreciación.
El joven señor de Tanyer abrió el panel determinado para la ascensión de rango de sus diez buenos soldados, la mayoría perteneciendo al escuadrón de caballería. Tocó en la opción de: Ascender todos, para después notar un cambio en los nombres de sus soldados, los cuales eran acompañados por un símbolo de mejora, pero el cambio no fue exclusivo del panel de su interfaz, dado que, en la realidad hubo una consecuencia similar.
Los diez hombres y mujeres comenzaron con un ceño fruncido, mostrando confusión y duda en sus rostros, para después observar sus extremidades, cosa que, aunque difícil de creer o entender, se sentían más poderosos, de una manera parecida a cuando habían recibido aquella "bendición" de su señor, pero la curiosidad se fue apagando con el paso de los segundos, volviendo a mostrar una compostura digna de sus títulos.
--De todo mi ejército, ustedes, los aquí presentes se han hecho merecedores para ascender de rango, desde ahora pertenecen al reducido grupo de Soldados de segunda clase, salvo Laut --Su mirada se fijó en una dama con una postura tan firme como el asta de una bandera, de mirada resuelta y determinada, que parecía no tomar nada a juego--, quién, aunque ostentará el título de Soldado de segunda clase, ese título será más bien un título honorífico, dado que, desde ahora será conocida como la nueva comandante de la caballería. --Dijo, tratando de no confundir a sus subordinados con la extraña explicación, ya que, por cuestiones de su interfaz no podía ascender a Laut a Comandante Estelar, pues no cumplía con los requisitos necesarios para el título, dejando de lado eso y tomando sus propias consideraciones, algo que no afectaba ni a su interfaz, ni a la mejora recién recibida, siendo posible ascender a ese rango en el futuro si se lo proponían.
--Gracias, señor Barlok. --Dijeron al unísono, al mismo tiempo que se dejaban caer de rodillas con suma humildad y disposición.
--De pie.
Los Diez asintieron, retomando su anterior postura.
--Fira. --Dijo, volteando a observar a su dama asistente.
La hermosa dama de cabello platinado dio un paso al frente, dirigiéndose a dónde un cofre para nada pequeño se encontraba colocado, de manera hábil lo abrió, introduciendo su mano dentro y sacando del mismo diez bolsas de cuero del tamaño de un puño. Hizo por acercarse a cada uno de los milicianos presentes al observar el asentir de su señor, haciéndoles entrega de la bolsa de cuero.
--Dentro de cada uno de las bolsas encontrarán cinco monedas de bronce y cinco de plata, además de un distintivo con su nuevo rango para coser sobre sus armaduras. Se hicieron merecedores de esto, mis soldados, pero así como ustedes ascendieron de rango, otros más lo harán, queda en ustedes mejorar o quedar al final de la fila, pero si escogen está última, les diré que será la única vez que nos veamos --Se colocó de pie--. Sigan enorgulleciendo a Tanyer... Ahora largo.
Los Diez golpearon sus pechos en simultáneo, asintieron y rompieron formación, disponiéndose a salir de manera ordenada y con una sonrisa dibujada en sus caras. Al inicio de la conversación no se habían esperado semejante desenlace y, si debían sincerarse, dirían que si únicamente hubiera recibido el honorífico, así solo, sin ninguna bendición extraña, o recompensa, habrían estado felices, pero por supuesto que no debe malinterpretarse como estar decepcionados por el trato recibido, por el contrario, se sentían muy agradecidos, hasta inspirados para seguir mejorando.
--¿Alguna cosa que informarme? --Preguntó un poco somnoliento.
La bella asistente asintió, leyendo unos papeles en su mano.
--Los soldados retenidos cerca del establecimiento comunal han vuelto a presentar una petición para hablar con usted sobre sus destinos, señor Orion --El joven asintió, sin un cambio en su expresión--... Nueve de ellos se enfrascaron en una revuelta con los guardias, cinco obtuvieron heridas leves, mientras que los otros cuatro fueron asesinados, señor Orion --Cambió de hoja--. Los guardias que custodian el castillo han pedido un permiso especial para participar en el banquete de la aldea. Eso sería todo, señor Orion. --Volvió a su mirada a su señor.
--Será para mejor resolver cuanto antes la problemática de los soldados enemigos --Dijo en un argumento para sí mismo--. Sígueme, es momento de conocer quién me será de utilidad.