章 6: Capítulo 5: La Estabilización y el Sueño de los Dioses
Capítulo 5: La Estabilización y el Sueño de los Dioses
Año 1 - Año 5: El Sueño de Ápeiron y el Letargo de las Criaturas
La expansión del caos había sido vasta. Ápeiron, el nuevo dios que se había despertado en su forma planetaria, había desatado una energía primordial sobre su mundo, creando entidades y bestias mitológicas en un intento por organizar el cosmos. Sin embargo, el caos que había traído consigo fue demasiado para manejar, y la energía que había liberado en su despertar comenzó a consumirlo. La batalla interna para retener ese caos se volvió demasiado agotadora, tanto para él como para las creaciones que había dado vida.
En ese momento de vulnerabilidad, Ápeiron cayó en un sueño profundo, un letargo forzado que duraría 5 largos años. Era necesario, pues su ser ya no podía sostener el flujo continuo de poder y energía que había desbordado el cosmos. El mismo espacio a su alrededor se tornó quieto, como si el universo estuviera conteniendo el aliento.
Durante estos 5 años de oscuridad, todo en el mundo que Ápeiron había creado también fue afectado. Las entidades y criaturas que había formado se vieron sumidas en un sueño similar, perdiendo la esencia divina que les había otorgado. Ya no eran los dioses inmensos y poderosos que habrían marcado la diferencia en el destino del cosmos, sino seres reducidos a sus formas básicas, debilitadas, pero no completamente inútiles. La transformación era palpable, incluso para aquellos que, como las entidades, carecían de un cuerpo físico claro.
La Transición del Mundo
El letargo de Ápeiron afectó el mundo de manera que nunca imaginó. Mientras él descansaba, el mundo comenzó a estabilizarse lentamente. La energía primordial que había desbordado su ser comenzó a disiparse, regresando al propio cosmos, y el caos que había amenazado con consumirlo todo comenzó a desvanecerse, dejando un vacío controlable.
El planeta, ahora con una estabilidad frágil, experimentó una transformación silenciosa. Las fuerzas de la naturaleza —la tierra, el agua, el fuego, y el aire— encontraron su lugar, ya no dominadas por la voluntad divina, sino por una fuerza más primordial, más sencilla. Los mares, las montañas, los valles y los cielos se reorganizaron de una manera que reflejaba un equilibrio natural, ajeno a las manos de un ser omnipotente.
Las criaturas que Ápeiron había creado —dragones, fénixes, bestias míticas— se dispersaron por el mundo, pero ya no eran seres divinos. Eran simplemente criaturas poderosas con una presencia imponente, pero lejos de la magnificencia y el control absoluto que habían tenido en sus primeros días. Se adaptaron al mundo, encontrando su lugar en los ecosistemas emergentes, aunque siempre llevando consigo una memoria ancestral de sus orígenes divinos.
Los Primeros Años del Letargo (Año 1 - Año 2)
Durante el primer y segundo año del letargo, el mundo se sumió en un profundo silencio. Las entidades, aunque aún conscientes de su existencia, permanecían inactivas, sumidas en una introspectiva espera. No podían actuar, no podían influir en el mundo como lo hacían antes, pero algo en sus corazones —si es que se les podía llamar corazones— les decía que no todo había terminado. El cosmos estaba en pausa, y ellos solo podían esperar.
Las criaturas, que en algún momento habían sido instrumentos del caos o la creación, se dispersaron en busca de sus propios destinos. En este tiempo, muchas de ellas también cayeron en una especie de sueño profundo, incapaces de recordar sus orígenes divinos. Se transformaron en seres más mundanos, aunque aún poderosos y legendarios. La pérdida de su poder divino les otorgó un nuevo enfoque en la supervivencia. Se convirtieron en leyendas que solo pocos podían recordar en los rincones más lejanos del mundo.
El Despertar de Ápeiron (Año 5)
En el quinto año de su letargo, algo en el fondo del ser de Ápeiron comenzó a despertar. Era un susurro en su conciencia, una vibración que lo llamaba a salir de su descanso profundo. A lo lejos, una leve percepción de la realidad llegó a él, la imagen de su mundo en calma y la sensación de que había un nuevo ciclo que comenzaba.
Ápeiron, aún parcialmente inconsciente, comenzó a tomar conciencia de que su sueño estaba llegando a su fin. Sintió la pulsación del mundo a través de las capas de su ser. Las entidades, aunque dormidas, habían comenzado a moverse levemente. Había algo nuevo en la atmósfera, una especie de expansión que indicaba que su letargo había terminado. Su cuerpo planetario se estremeció con la sensación de un despertar próximo.
La Evaluación del Mundo por Parte de Ápeiron
Al despertar de su sueño, Ápeiron aún sentía el peso de su agotamiento. No estaba completamente en control de su ser como lo había estado antes de caer en el sueño. A pesar de esto, sabía que el caos que había intentado retener ya no era tan amenazante. Su mundo estaba estable, pero frágil, y era su responsabilidad mantener ese equilibrio.
—¿Qué queda de mi creación? —se preguntó Ápeiron, mientras evaluaba la tierra que había formado, ahora calmada pero aún llena de potencial.
Con una gran concentración, Ápeiron comenzó a sentir los cambios que ocurrieron durante su letargo. Las entidades, aunque ya no poseían el mismo poder divino que una vez tuvieron, aún representaban aspectos fundamentales de la existencia.
—Yo te llamaré Lumivón, el faro de la verdad. —Ápeiron murmuró mientras sentía la energía de la entidad de la claridad. Una esfera de luz brillante emergió de las sombras, débil pero todavía capaz de iluminar la oscuridad.
Luego, en un rincón lejano del mundo, las aguas comenzaron a agitarse ligeramente, y la entidad vinculada al agua despertó de su letargo.
—Tú serás Thalassia, el pulso de los mares, y con tu flujo, la vida en todas sus formas renacerá.
Ápeiron sintió cómo la energía fluía a través de él, y con cada pensamiento, una nueva entidad despertaba. Nezrith, la sombra etérea, Galradur, el forjador de tierras, Éleos, el susurro de las almas… Cada uno comenzó a formarse en la conciencia de Ápeiron, un reflejo de los aspectos fundamentales del mundo que él había moldeado.
Pero también, a medida que las entidades despertaban, el destino de las bestias mitológicas ya estaba en movimiento. Drakthar, Qínglóng, Arachos y los demás seres mitológicos no eran solo leyendas en la mente de Ápeiron. Eran seres de gran poder, pero con una nueva misión: sobrevivir y prosperar en un mundo donde los dioses ya no se inmiscuyen.
Ápeiron observó cómo todo comenzaba a encajar lentamente. El mundo, ahora más estable que antes, parecía haber alcanzado un delicado equilibrio. Pero había algo más, algo que aún no comprendía por completo. ¿Cómo podían sus creaciones, ahora debilitadas, mantener ese equilibrio sin la intervención de su voluntad? La respuesta a esa pregunta aún estaba por llegar.
Reflexión Final de Ápeiron
Ápeiron, aunque debilitado, contempló su mundo. Sus creaciones ya no eran divinas, pero aún quedaba en ellas una chispa de lo que una vez fueron. El libre albedrío, ese concepto tan lejano para él como dios, era ahora la clave para el futuro de su creación. Las entidades, las bestias y los seres del mundo tendrían que forjar su propio destino, un destino que podría llevarlos a la gloria o a la destrucción. Todo dependía de sus elecciones.
Y así, mientras observaba el futuro de su mundo, Ápeiron sabía que su papel en este nuevo ciclo ya no sería el de un dios absoluto. Ya no sería un ser todopoderoso que controlaba todo, sino un observador, un guía distante que respetaba la libertad de sus hijos. Sin embargo, su presencia seguiría siendo el vínculo que unía todo, un vínculo que nunca se rompería.
El equilibrio había sido restaurado, pero el caos no estaba completamente erradicado. Ápeiron sonrió débilmente. Sabía que, en algún momento, algo más vendría a desafiar ese equilibrio. Pero por ahora, el universo descansaba. Y por ahora, eso era suficiente.
週次パワーステータス
-- 推薦
ランキング 
-- 推薦
チケット